Hace tres meses que vivo aquí y ya le voy cogiendo el pulso a la ciudad. No te sientes como un extraño que pasea por las calles, aunque todavía noto una sensación de estar de vacaciones, y que en cualquier momento voy a volver a casa, a mi vida de siempre.
Como toda ciudad grande, Madrid es un hervidero de gente en movimiento, de prisas. Cuando uno viene de una ciudad pequeña donde coincides muchas veces con las mismas personas en tu camino al trabajo, choca verse inmerso en una masa anónima que te engulle, que hace que te sientas como una hormiguita más en el montón. En esos momentos agradeces ver caras conocidas mientras esperas a tomar el metro, siempre en el mismo vagón.
Madrid es una ciudad apasionante para vivir, pero también es cierto que uno debe venir aquí a buscar un trabajo interesante. Como dice mi compañero Alberto, en su tierra (Granada) se trabajaba para vivir, mientras que aquí vives para trabajar. Los deplazamientos largos en transporte público, comer en el trabajo, todo eso suma horas y parece que estés 15 horas al día trabajando. Añádele las tareas de la casa y el resultado es que no tienes casi tiempo para ti. Así que más vale que por lo menos el trabajo que tengas te guste, o lo puedes pasar realmente mal.
Pero si tienes suerte de encontrar un buen ambiente de trabajo y hacer lo que te gusta, puede ser un buen lugar donde vivir.
Escuchando: Pink Floyd – Learning to fly